En una de las esquinas del Mineirao hay un pequeño espacio verde, delimitado por las rejas del estadio y por la avenida aledaña. Esa placita fue el dormitorio para numerosos argentinos. Se acomodaron con los bolsos como almohadas y recibieron el sábado de Argentina-Irán a puro ronquido. Muchos llegaron anoche a Belo Horizonte, sin alojamiento, y la opción más atractiva les resultó pernoctar a metros del campo de juego. El sol de la mañana y el arribo de la masa de hinchas les cortó el descanso.
El acceso al Mineirao es distinto al de Maracaná, donde una estación de subte deposita al público en la entrada. La Policía de Belo Horizonte cortó el tránsito a 500 metros de la cancha. Nadie puede superar ese vallado sin la entrada, por lo que el ingreso resulta más lento, pero a la vez ordenado. Nada de aglomeraciones. Los revendedores quedaron lejos, pero trabajan a pleno. De acuerdo con la suerte del comprador, se pueden conseguir tickets desde 500 reales (unos $ 1.800) hasta 1.000 reales ($ 3.600).
El horario no modificó en lo más mínimo el consumo de cerveza. Las latas de Brahma ($ 18) vuelan de mano en mano, dentro y fuera del estadio. Los brasileños pasan con brochettes de pollo frito. Sí, a las 10.30. El perfil del público es idéntico al que se vio en Río de Janeiro, con el agregado de los grupos familiares y varios chicos. En esos casos viajaron ayer y regresarán al país el domingo, aprovechando el fin de semana largo.
Hay muchísima seguridad. Un helicóptero sobrevuela el barrio de Pampulha desde las 8 y circulan efectivos de la Policía Militar. El banderazo previsto desde la iglesia San Francisco contó con el ojo vigilante de los efectivos, aunque no resultó tan nutrido como la irrepetible fiesta de Copacabana.
Los hinchas iraníes contribuyeron en la previa con el grito “olé olé olé, Irán, Irán”.
La confraternidad con los albicelestes fue inmediata y las selfies están a la orden del día.
La apertura de los portones, puntualísima, se realizó a las 10. La hinchada entró despacio, disfrutando el momento, preparando el aliento. Los rezagados son los que trasnocharon en el barrio de Savassi, donde en pubs, restaurantes y boliches se habló, básicamente, en argentino. Las banderas identifican barrios y provincias. En cuestión de minutos será el momento del fútbol.